Santa Inés de Roma, nacida en el 291 d. C., se hizo monja a los 21 años. Inés era hermosa y rica. Inés decidió nunca empañar su inocencia. Reverenciaba al Señor y odiaba el pecado más que morir. Inés informaría a los pretendientes: "Jesucristo es mi único cónyuge". El prefecto Sempronio llevó a Inés desnuda a un burdel. Según un relato, cuando rezaba, su cabello cubría su torso. Al parecer, todos los hombres que intentaron violarla quedaron ciegos. Fue liberada después de orar por la resurrección del hijo del prefecto. Sempronio se negó a presidir el juicio de Santa Inés y permitió que otra figura la sentenciara a muerte.